Los humanos siempre fueron dependientes de las plantas para su sobrevivencia, así como para su bienestar físico, estético y espiritual, y las conexiones entre las personas y las plantas se tornaron crecientes vastas y complejas. Las frutas, los tés, las hierbas, además de simplemente deliciosas, son nutritivas y saludables, y podemos atribuirles mucha funcionalidad en nuestra alimentación diaria.
Gran cantidad de productos vegetales también son consumidos e intercambiados fuera del sistema monetario, próximos de los bosques, donde los mismos productos son recolectados o producidos.
Otros productos, no obstante, son transformados, cambiando su característica de fruta, hoja, cáscara a un producto procesado, la mayoría de las veces concentrándolos y obteniendo un gran valor agregado, como jugo, aceite, extracto, fruta deshidratadas, entre otras formas de procesamiento. Son entonces transportados al otro lado del mundo, generando millones en moneda extranjera y creando un considerable número de empleos entre recolectores, procesadores, comerciantes y revendedores.
Esa tendencia, por otro lado, refleja un proceso histórico fundamental: las crecientes interconexiones – económicas, sociales y culturales – que ligan ambientes, pueblos y lugares totalmente diferentes. Por encima de todo, el mensaje más importante es que los bosques de América Latina contienen una extraordinaria diversidad de plantas y animales que, a lo largo de millares de años, los humanos han aprendido a explotar, apreciar, manipular, cuidar y preservar.
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